sábado, 9 de agosto de 2008

DOS , PALABRAS


De repente se vio solo, asustado y con miedo a la vida. La suerte y la tristeza, delante suya, blandían alargadas cuchillas de acero. No había salida.

Quiso comprobar si le quedaba algo con lo que poder defenderse y no halló nada, ni encima suyo, ni a su alrededor, se encontraba desnudo frente a su sino, otra vez, pero en esta ocasión, y por primera vez, no sabía con qué defenderse.

Frío, oscuro y húmedo estaba el pasillo, y el tiempo volaba a su alrededor marcándole a fuego sobre la piel cada segundo que se le escapaba. Jamás había podido imaginar que su partida acabase así: sólo y vencido.

No podía seguir creyendo en los finales felices pues su fe, al igual que muchos otros, le había abandonado. Entonces decidió soñar.

Al fin y al cabo soñar no le costaría trabajo, pues estaba tan acostumbrado a hacerlo que ya no discernía entre lo real y lo imaginado. Cerró los ojos y apretó los dientes con fuerza a la espera de recibir esa estocada que acabaría con él, tembló y se le escapó alguna que otra lágrima que no quería seguir a bordo.

Pronto, y sin que lo esperase, le rodeó la luz, y su ilusión apareció frente a él, le llamó, le tendió la mano y tras levantarle pasearon.

Le enseñó a apreciar cada pequeño detalle, por ínfimo que fuese, cada sonrisa y cada mirada, cada apretón de manos y cada abrazo, cada susurro y cada beso, cada brisa de aire que movían sus pestañas y cada derrota.

Le mostró un cuadro a medio pintar y con algún que otro borrón, en el que se veía a dos personas felices, un sueño, una meta pintada con besos, un porfín, un no mirar atrás, un esfuerzo, una recompensa, una batalla perdida, y un cartel.

Le guió al cartel, donde se leía "33", no había PALABRAS. Miró estupefacto a su ilusión y esta le dijo: "Allí, detrás de todos esos obstáculos, de todas esas trampas, de toda esa gente, de todas las dificultades, allí está el número que os espera, será difícil, pero llegar al "1000" no tiene precio. Hasta otra".

Despertó relajado, casi flotando. Estaba solo en aquel pasillo, pero al fondo vio una luz, era su ilusión que le indicaba cómo salir de ahí.

Se levantó y sin que le viera nadie pintó en aquella esquina un corazón con sus nombres.

Porque ya no aguantaba más dificultades de terceros, porque el que quiere peces se tiene que mojar el culo, y hubo quien se lo mojó.

Y hacer del DOS un uno...y algún día, quizás, un mil...

1 comentario:

Anónimo dijo...

alaaa es precioso :O hacia muxo tiempo q no venia por aqui, ni por el mio..xro veo q cada dia escribes mejor d vrdad! yo no e dejado de escribir, solo q aora se qedan en el papel pero dentro de poco ya los metere, porq la verdad q aunq solo sea por una persona merece la pena colgarlos ;) un besito javi!